Ofrenda. (trabajo individual)
- shadowpeach
- 15 may 2015
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Entre los aztecas y los demás pueblos del Anáhuac (Mesoamérica), la concepción de la muerte jugaba un papel fundamental, gran parte de los rituales estaba relacionada a la voluntad y la acción de los dioses del llamado inframundo, como Mictlantecuhtli y Mictecacíhuatl, las principales deidades que reinaban en el Mictlán.
En todas las culturas del México prehispánico la muerte y el lugar al que se dirigirían los muertos tenía una papel central, por lo que en los enterramientos de aztecas, mayas, toltecas, zapotecas, etc., junto con los restos humanos siempre había un lugar especial para las ofrendas funerarias, que tienen la función de ayudar al difunto en su viaje y a vencer a las fuerzas adversas que dificultan al alma llegar al destino final que se alcanza al lado de los dioses en el universo.
Estas ofrendas son representativas del interés de aquella cultura por preservar en el llamado inframundo, es decir, el Más Allá, las condiciones más idóneas para que el difunto llegara al Mictlan. En las tumbas encontradas en la Pirámide del Sol en Teotihuacán, había ofrendas funerarias con objetos de cerámica, urnas mortuorias para incienso, huesos de animales, etc.
Entre los aztecas, a los difuntos, al prepararlos para el viaje de su alma al Mictlan, los ancianos les daban ofrendas o amuletos diciéndoles:
Con estos has de pasar por medio de dos Sierras, que se están batiendo, y encontrando la una con la otra
Con esto has de pasar con seguridad por un camino donde habita la culebra grande guardando el paso
Con estos amuletos pasarás por donde está Xochitonal, un cocodrilo o lagarto
Estos otros te servirán para darte amparo y socorro en los ocho páramos o desiertos
Estos recursos son para el lugar llamado Ocho Collados y
Los últimos para pasar por el viento de navajas, llamado Ytzehecayan, porque se decía que allí el viento era tan recio, que arrancaba las piedras y que cortaba como navaja. Por esta razón cortaban todas las cosas y armas del difunto, con toda su ropa y vestuario y si era mujer, sus nahuas y huipil, para que en aquel paso dieran calor al difunto y no sintiera el rigor del frío, que atormentaba al que no era prevenido con este remedio.
También mataban un perro xoloitzcuintle pequeño, de color rojizo o amarillo, y le ponían un hilo de algodón al pescuezo, porque era necesario para pasar unas aguas muy hondas que llamaban Chicunahuapan, que quiere decir nueve aguas (o ríos), las cuales tenía que pasar a nado sobre el perrillo.
Muertos amo y perro, los enterraban juntos, quemándolos primero o enterrándolos sin quemar, conforme la muerte que habían tenido. Dos de estos viejos tenían el cargo de quemarlos, y mientras estos atizaban el fuego, otros dos cantaban. Los que habían quemado el cuerpo apagaban después el fuego y las cenizas y el carbón que había quedado lo enterraban en un hoyo hondo y redondo, dentro de una olla, en la cual echaban una piedra preciosa de valor (según las posibilidades de la familia), que decían era el corazón del difunto.
Además de estos ritos que se realizaban cuando alguien fallecía, había dos tipos de celebraciones para los difuntos, ya no de cuerpo presente: unas eran fijas en los meses noveno, décimo y décimo cuarto y estaban marcadas en el calendario azteca de 18 meses y las otras se llevaban a cabo en los aniversarios del fallecimiento.
En los tiempos actuales, después de la sincretismo de la religión azteca y el cristianismo ocurrido después de la conquista de México, aún quedan reminiscencias de aquellos rituales, por ejemplo: En Chilac, un poblado del Estado de Puebla cercano a Tehuacán, el encaminador de almas dirá oraciones y rociará agua bendita al moribundo o difunto después de cada una de ellas, así el alma del difunto logrará dejar atrás a diversos animales a los que se enfrenta, gracias a estos rituales llevados a cabo por el encaminador de almas.
El difunto debe vestir un traje limpio, blanco, tiene que llevar un pequeño calabazo lleno de agua, una jícara (para servirse agua y calmar su sed en el camino), una bolsa conteniendo un pedazo de pan, unas monedas, una poquita de sal y como calzado unos huaraches hechos de cartón con hilo corriente, los huaraches deben ser suaves para que en su andar hacia la supervivencia eterna, no llegue descalzo, padeciendo de lastimarse los pies con las piedras y espinas que encuentre en su camino.
En la época prehispánica, el altar a la muerte, entre los aztecas, tenía el nombre de Tzompantli, ese día estaba dedicado a la diosa Coatlicue (Madre de Huitzilopochtli y otros dioses) y se colocaba un altar en forma de pirámide el cual era cubierto con papel teñido de diferentes colores, en el primer nivel colocaban la imagen de ella y en el segundo nivel comida, flores y se quemaba copal en pequeñas vasijas de barro, en el tercer nivel se colocaban flores y follaje.
Bibliografía:
- Garibay K., Ángel María (ed.) 1967 Historia de las Indias de la Nueva España e islas de tierra firme de fray
- López-Austin, Alfredo 1994 Tamoanchan y Tlalocan. México: FCE 1982
- Sahagún, Bernardino de, Fray. Historia General de las Cosas de Nueva España. México, D. F.: Editorial Porrúa, S. A., 1982.
- Sodi M., Demetrio, Las grandes culturas de Mesoamérica. México: Panorama, 1980. ___________________________________
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